jueves, 27 de marzo de 2014

Los pasteles y la muela - Yo uno y tu dos.


   Un labrador tenía muchas ganas de ver al Rey. Pensaba que, por el hecho de ser Rey, sería mucho más que cualquier hombre. Así que pidió a su amo su sueldo y se despidió. Durante el largo camino a la Corte se le acabó el dinero que llevaba y cuando vio al Rey, comprobó que era un hombre como todos y pensó que el viaje no había merecido la pena ya que se había gastado todo su dinero, sólo le quedaba medio real. Del enfado que se cogió le empezó a doler una muela y entre el dolor y el hambre que tenía no sabía qué hacer y pensaba: “Si me saco la muela y pago con el medio real, me moriré de hambre. Si me compro algo de comer, me dolerá la muela “
   Pensando que haría, sin darse cuenta, se fue acercando al escaparate de una pastelería y los ojos se le empezaron a ir detrás de los pasteles.
Pasaron por allí dos lacayos que le vieron tan embobado con los pasteles que, para burlarse de él, le preguntaron;
-          Villano,  ¿cuántos pasteles te comerías de una vez?
El respondió:
-          Tengo tanta hambre que me comería quinientos.
-          ¡quinientos! ¡Eso es imposible! –exclamaron.
-          ¿Os parecen muchos?, podéis apostar a que soy capaz de comerme mil pasteles-replicó el labrador.
-          Vale, ¿qué apostamos! –preguntaron burlones.
-          Que si no me los como me sacáis esta primera muela –dijo señalando la muela que le dolía tanto.
   Los lacayos estuvieron de acuerdo, así que el villano empezó a comer pasteles hasta que estuvo lleno, entonces paró y les dijo:
-          He perdido, señores.
Los lacayos muy contentos y bromeando llamaron a un barbero que le sacó la muela y burlándose de él decían:
-          ¿Habéis visto a este tonto que por hartarse de pasteles se deja sacar una muela?
Y él respondió:
-          Más tontos sois vosotros, que me habéis matado el hambre y sacado una muela que me dolía
Al oír esto todos los presentes empezaron a reír. Los lacayos humillados pagaron los pasteles y se fueron.


(Cuento recogido en el siglo XVI por Juan de Timoneda en una obra titulada “Sobremesa y alivio de caminantes)


YO UNO Y TU DOS.
Dicen que era un matrimonio que no tenía familia. Ya llevaban muchos años de casados. Una noche se pusieron a cenar y, como siempre, preparó ella tres huevos fritos: uno para ella y dos para su marido. Pero aquella noche no sé que bicho le picó a la mujer, que dice:

- Mira, ya estoy harta de que todas las noches te comas tú dos huevos y yo uno. Esta noche va a ser al revés: tú uno y yo dos.

- Ni hablar. Yo dos y tú uno. Como siempre.

- ¿Y eso por qué?

- Porque lo digo yo y en casa la autoridad la tiene el marido.

- Pues ni hablar. Esta noche, tú uno y yo dos.

- Que no.

- Que sí.

Bueno, pues estuvieron discutiendo un rato y ninguno daba su brazo a torcer. Ya cansado el marido, le dice:

- Como insistas, me muero.

- Pues muérete.

Entonces él se hizo el muerto y la mujer salió a la calle gritando:

- ¡Ay, que mi maridito se ha muerto! ¡Que se me ha muerto mi marido!

Vino el cura y le prepararon el entierro. Ya lo llevaban para el cementerio, y la mujer se acercaba a las andas, diciendo:

- ¡Dejadme, dejadme que lo bese por última vez!

Y con este pretexto se le acercaba a la cara y le decía al oído:

- Tú uno y yo dos.

- Yo dos y tú uno.

Y el entierro seguía. Ya llegaban al cementerio y otra vez se acercaba ella:

- Mira que voy a dejar que te entierren.

- La autoridad es la autoridad: yo dos y tú uno.

Conque llegaron al cementerio. Lo bajan de las andas y ya van a ponerlo en la sepultura. Otra vez ella, gritando, se le echa encima y le dice al oído:

- ¡Dejadme, dejadme que lo bese por última vez! Por última vez: Tú uno y yo dos.

- Ni hablar. Que me entierren.

Y como ya lo iban bajando, dice ella:

- ¡Está bien, cómete los tres pedazo de animal!

Y entonces él se incorporó de un salto y salió gritando:

- ¡Que me como tres, que me como tres!

La gente, que no sabía lo que estaba pasando, echó a correr atemorizada, y un cojo que iba en la comitiva decía:

- No corráis tanto, hombre, por lo menos que pueda escoger.

Y colorín colorado, el que no levante el culo del asiento será enterrado.

(Adaptación de un cuento de Antonio Rodríguez Almodóvar).

De estos dos cuentos me acordaba de bastante, pero no de todo. Aparecían en el libro que estudiaba en 2º de Bachiller, (Del bachiller de antes, ¿eh?, de los años 70), Era el libro de Lengua Española. También aparecía el de La Buenaventura. ¡Que recuerdos...! Lo primero que hacia cuando tenía el nuevo libro en mis manos, era leer todos y cada uno de los cuentos que había en ellos. Hasta en el de Ciencias Naturales ponían cuentos para hacerlos mas amenos. No digo que ahora la enseñanza sea ni mejor ni peor, si no todo lo contrario.

Esto es todo por ahora, ¿lo próximo? Ya está en marcha, pero por ahora... Top Secret.

2 comentarios:

  1. Recuerdo estos cuentos Judit gracias por traerlos de nuevo Un abrazo preciosa.

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  2. Gracias, eres muy amable. Ya te he visitado, aunque el formato es nuevo para mi pasaré de vez en cuando a ver tus cosas, las cuales, por lo poco que he visto, me han parecido estupendas.

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